sábado, 9 de noviembre de 2013

Sábado.

Sábado. 23:53. Estás en casa y en pijama. Con tu novio al lado, en el sofá y con tu perra al otro. Hace unos años esto hubiera sido impensable. 

No sabemos hasta que punto nos hacemos mayores hasta que ocurre esto. Antes estabas deseando que llegara el fin de semana para salir de fiesta, para beber con tus amigos. Ahora deseas que llegue el fin de semana para aprovechar el fin de semana con tu pareja, con tu familia y con tus amigos más allegados. ¿Y qué? ¿No lo veis mejor? Yo sí. 

Si me pongo a analizar cada uno de mis viernes, sábados e incluso domingos de fiesta de hace unos años, me doy pena a mi misma. Empezabas a arreglarte bien temprano, ducha, arreglarte el pelo, elegir el vestido más adecuado (el que más escote llevara o el que más corta llevara la falda), echarte 3 kilos de mierda en la cara, taconazos insufribles y sales con tus amigas. Y todo para bailar como una epiléptica en una discoteca, quitándote a los babosos de turno y tomándote los cubatas más caros de la historia. 

Doy gracias a que mi vida cambió en una de esas noches de fiesta, locura quizás esa noche, pero una locura que dura años. Y lo quiero. Y soy muy feliz.